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viernes, 25 de enero de 2008

La tercera ola de cambio para la humanidad

Por: Milton Olivo*

El gran reto de América Latina es aumentar el grado de formación de sus habitantes.

Antes de la primera ola de cambio, hace unos 10.000 años, la mayoría de las personas vivía en grupos pequeños a menudo migratorios, y se alimentaba de frutos silvestres, la caza, la pesca ó la ganadería. En algún momento hace unos ocho o diez milenios, se inició la Revolución Agrícola, que progresó lentamente por el planeta, creando poblados, asentamientos, tierras cultivadas y un nuevo estilo de vida. A finales del siglo XVII, aún no se había agotado esta primera ola de cambios, cuando estalló en Europa la Revolución Industrial, que desencadenó la segunda gran ola de cambio planetario. Y a mediados de 1950, silenciosamente irrumpió la tercera ola, detectada cuando se descubre que el número de empleados fabriles, había sido superado por los empleados del sector servicios (turismo, comunicaciones, informática, espectáculos, gestión cultural, servicios profesionales, servicios financieros, etc.).
La primera ola dominó en solitario la Tierra hasta los años 1650-1750 de nuestra era. A partir de este tiempo, la primera ola fue perdiendo ímpetu, a medida que lo cobraba la segunda, la Revolución Industrial, la cual se completó en apenas 300 años, lo que indica que es posible que la tercera ola en que estamos se complete en unas pocas décadas. En la Europa del siglo XIX, muchos pensadores, empresarios, políticos y gente corriente tenían ya una imagen clara del futuro. Percibían que la historia caminaba hacia el triunfo final de la industrialización sobre la agricultura pre-mecanizada y previeron con notable exactitud muchos cambios que traería la segunda ola, tecnologías más eficaces, ciudades mayores, transporte más rápido, instrucción, comunicación de masas, etc. Esta claridad de visión produjo efectos políticos directos y partidos y movimientos políticos pudieron trazar sus planes con respecto al futuro. La imagen del futuro se fractura –afirman los autores Alvin y Heidi Toffler- cuando una sociedad se ve asaltada por dos o más gigantescas olas de cambios y ninguna de ellas predomina claramente.
Se torna en extremo difícil precisar la significación de los cambios y conflictos que surgen. Creando tensiones sociales, generando esa aparente incoherencia en la vida política fruto de la confusión, reflejándose en una desintegración colectiva de la personalidad. Posiblemente generando el individualismo, la atomización y la consiguiente desmovilización social de que hoy somos testigos. República Dominicana. En la República Dominicana de hoy, la aportación de los sectores de la primera ola (el sector agropecuario) al PIB es de un 10,2%, los sectores de la segunda (la industria) aportan un 32% y los sectores productivos de la tercera ola, un 55%. El dilema en que nos encontramos hoy, es ser lo suficientemente creativos para llevar cada sector a su mayor eficiencia productiva potencial, en especial el sector agroindustrial, para conquistar por lo menos nuestra autosuficiencia alimentaría.

Y re-orientar el uso de los recursos disponibles hacia erradicar el desempleo mediante un agresivo apoyo al financiamiento y establecimiento de micros y pequeñas empresas, aprovechando nuestros recursos humanos preparados, al mismo tiempo que preparamos al resto de la población para que sea capaz de sumarse a la generación de riqueza de la tercera ola (a ‘mente-facturar', en lugar de manufacturar). Es interesante resaltar que la República Dominicana es un país cuya economía está liderada por sectores de la tercera ola, con el particular detalle –por desgracia- que casi en su totalidad son empresas de inversión extranjera, cuyos beneficios son expatriados, nuestros trabajadores mal pagados, un sector industrial, relativamente reducido y con un tremendo potencial agroindustrial sub-explotado, con altos grados de marginalidad y elevados índices de analfabetismo y desempleo. Un asunto trascendente es que las fábricas de la segunda ola requerían obreros manuales fácilmente cambiables.
En contraste, las empresas de la tercera ola, exigen destrezas diversas y en continua evolución; eso significa que los trabajadores son cada vez menos intercambiables y de esta forma se transforma radicalmente todo el problema del desempleo.
El fallo básico en las antiguas estrategias para dinamizar la economía es que se centran en la circulación de dinero, más que en la de conocimientos. No es posible reducir el desempleo, aumentando simplemente el número de puestos de trabajo, por que ya el problema no es sólo cuestión de números.
Pues el desempleo ha dejado de ser cuantitativo para transformarse en cualitativo, lo que transforma en obsoletos los conceptos de las escuelas económicas tradicionales, keynesianos y monetaristas. En las sociedades dominadas por la segunda ola, incrementar el poder adquisitivo de los consumidores podía estimular la economía; hoy esto no es así, y aquí se encuentra la razón de que el problema del desempleo parezca insoluble, pues hoy una inyección de dinero en el bolsillo del consumidor –como plantean las escuelas económicas tradicionales- quizás solo sirva para presionar la tasa de cambio, al demandar productos extranjeros.
Pues cuando se compra un televisor, u otro aparato, lo que se está es enviando dinero posiblemente a Japón, Korea, Taiwan u otro país, sin generar empleos en Quisqueya (República Dominicana). Por tanto, nuestro gran desafío como sociedad en América Latina, y la de los partidos políticos, es tener claro que el camino es preparar a la gente mediante la escolarización, la formación profesional y ofrecer cursos de empleo para asistencia infantil, geriátrica, servicios sanitarios, seguridad personal, adiestramiento de ocio y esparcimiento, turismo y otros similares.
Un proceso de desarrollo que podría ser estimulado si utilizamos los medios masivos de comunicación como tele escuelas para la alfabetización y la enseñanza de oficios.

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